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miércoles, 25 de agosto de 2010

La negativa influencia de la competición en las Artes Marciales


La influencia que la introducción de la competición ha tenido en el desarrollo de las artes marciales no es un tema que haya surgido recientemente.

Es raro que un estudiante serio, que lleve unos cuantos años de práctica, no se haya visto envuelto en un debate sobre esta cuestión y, desde luego, podemos encontrar opiniones de todo tipo.

A mi parecer, la competición no es algo negativo en sí mismo. Es cierto que enfrentarse a la preparación de una competición, ya sea en formas o en combate, puede significar un salto hacia delante en tu evolución como artista marcial. Para muchos, competir constituye un elemento motivador para mejorar y les ayuda a continuar su andadura marcial.

Pero si hablamos de motivación, el problema surge cuando la competición se convierte en un fin en sí mismo. Es decir, se entrena para competir y no para mejorar como artista marcial.
En este escenario, el proceso de crecimiento es impulsado por el objetivo de lograr una medalla o una determinada clasificación, cuando la motivación en un verdadero artista marcial entiendo que ha de nacer de su interior.
El afán de perfeccionamiento ha de ser un rasgo esencial de un estudiante. Pero ese afán ha de surgir de forma autónoma, no a consecuencia de un estímulo externo como pueda ser preparar una exhibición o una competición.

No voy a negar que la competición ha podido contribuir a la pervivencia de las artes marciales, en general. Creo que ha sido un factor de popularización importante. Pero en el plano técnico su introducción ha sido devastadora. Basta fijarse en el combate de competición. Además de las limitaciones en cuanto a técnicas permitidas, blancos posibles a los que se pueden dirigir, nivel de contacto, etc., la realidad es que se pelea para conseguir... un punto.

Esto implica que no se arriesgue, que no se desarrolle el vasto arsenal técnico existente; que sólo se empleen aquellas técnicas más simples; que se adopten guardias que, en un combate real, permitirían a nuestro contrario dejarnos K.O. en un segundo o algo peor,... . El resultado final: entrenar para competir. Dirigir el entrenamiento a ese fin.

A la hora de combatir, el objetivo ha de ser siempre aplicar las técnicas de nuestro sistema de la manera más realista posible, introduciendo desde luego las debidas cautelas para no dañar a nuestro compañero como el uso de protecciones e, inevitablemente, vetar ciertas zonas como blanco. Esto no excluye el entrenamiento de competición, pero lo que no se puede hacer es limitarnos a éste. Que es la tendencia en gran parte de las Escuelas.

Si nos fijamos en la competición de formas, el panorama es igual de escandaloso. Resulta indignante ver como en torneos promovidos por entidades, asociaciones, federaciones, que pretenden portar la bandera de lo tradicional, los jueces puntúan más alto las piruetas del wu-shu que los patrones tradicionales. Una vez más el entrenamiento se enfoca hacia la competición, buscando la voltereta perfecta en vez de la esencia marcial del movimiento.

En resumen, la competición no es algo que haya que rechazar a priori. Puede ser divertido y un ingrediente de socialización para los más jóvenes; nos permite conocer el trabajo de otras Escuelas y estilos lo que, a su vez, es un referente para evaluar el nuestro; además de una oportunidad adicional para revisar y mejorar cómo desarrollamos el Arte.

Pero lo que no es admisible en modo alguno es ceder a la presión y convertir nuestra Escuela en un núcleo de formación de competidores exclusivamente. Porque por mucho que algunos rechacen la idea, lo que practicamos son artes marciales, no deporte.

El Autor del Blog

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