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sábado, 28 de febrero de 2015

CRÓNICA DEL VIAJE A CHINA (2014): 4ª PARTE

Esta cuarta y última parte de la crónica quiero dedicársela a la parte del viaje que me parece más importante, la relación que tuvimos con Sifu He Chao Hua.
En China las relaciones interpersonales tienen gran relevancia, reciben el nombre de “guanxi” (关系) y marcan el comportamiento y la forma de actuar de buena parte de la sociedad. En el caso de la relación con un Maestro, y más siendo tan tradicional como este, esto es todavía mucho más importante.
En todo momento quisimos demostrar, ya que a veces nuestro chino se quedaba muy corto, lo contentos que estábamos porque nos hubiera aceptado como alumnos. Esto sólo puede hacerse de dos maneras, con esfuerzo, que creo que es lo que más valora, y con otro tipo de detalles y actitudes con los que pienso que también acertamos bastante.
Aparte de llevarle los regalos, quisimos ser muy detallistas, pero, como bien me dijo mi profesora de chino, que es Taiwanesa y también muy tradicional, cuando estableces una relación con un chino en la que él ve que te esfuerzas al máximo, automáticamente él dice “yo también” y entras en un juego que es muy gratificante y a la vez muy curioso desde el punto de vista occidental.

A lo que me refiero es que, por ejemplo, si un canadiense apareciera aquí queriendo recibir unas clases particulares de jota, seguramente iría a alguna academia, pactarían un número de horas y un precio, pagaría, recibiría sus horas y ya está. En China no es así, es mucho más bonito pero también más agotador porque el lazo hace que el compromiso sea mucho más fuerte. Imagino a este supuesto canadiense diciendo al profesor de jota “mañana no vendré que me voy a ver el Moncayo”, sin mayores problemas, en cambio nosotros no podíamos hacer eso, no había museo, dolor de piernas o visita a otra ciudad que hubiera podido romper la cita que teníamos a las dos con el Maestro, no sólo por aprovechar el lujo de entrenar a solas con un maestro de estos que si salen de China (que no suelen) como mucho puedes entrenar con ellos un día en un curso entre 200 personas, sino por el compromiso adquirido de estar allí a esa hora, en realidad no, de estar allí antes de que él llegase, porque cuando iba y veía que ya estábamos preparados, estirando o repasando, su cara reflejaba aprobación.
Estirando para relajar los músculos
En este intento de ser detallistas y de demostrar la importancia de la relación para nosotros, se me ocurrió comprar unas botellas de dit ta you, sabíamos que el Maestro es conocido en Foshan por sus masajes y conocimientos de medicina, por lo que era un gran regalo para nuestros compañeros y para nosotros mismos y una forma también de agradarle, pensaba yo, apenas se lo dije, Sifu He salió del Templo, fue a su coche y volvió con una botellita del aceite que él mismo prepara, cuando le pregunté el precio, negó con la mano, que es el gesto que hace cuando no quiere oir hablar de dinero, así que ahí me quedé con la botella del mejor dit ta you que he visto en mi vida, encima regalo del Maestro que nos ponía aún más en deuda con él.

Otro día quisimos llevar flores al altar, como ya habíamos hecho el año anterior, compramos un ramo precioso y se lo dimos al maestro cuando llegó, entonces Sifu He me dio el jarrón y me dijo que fuera a llenarlo con agua. Esto fue para mí lo más trascendente del viaje, quizá quién lea esta crónica y nunca haya entrenado artes marciales chinas no sepa porqué, pero los que sí, sabrán que cualquiera puede recibir unas clases, aprender unas formas o practicar unas técnicas, pero sólo cuando tu maestro te pide algo que no tiene nada que ver con el entrenamiento como ordena los palos, encargate tú de contestar esta carta o limpia el altar se convierte realmente en tu maestro, porque te demuestra su confianza.
Nuestras flores en el altar de Jeong Yim
Así que muy orgullosa llené el jarrón y puse las flores nada menos que en el altar de Jeong Yim, y ya nos pusimos a entrenar, ese día el Sifu estaba pensativo, nos preguntó en qué hotel estábamos y cómo íbamos de un lado a otro, le dijimos que andando lo cual sorprendió mucho a todos, debe ser que los extranjeros van siempre en taxi…
El caso es que unos 10 o 15 minutos antes de lo habitual el maestro nos dijo que le acompañásemos así que lo hicimos, nos montamos en su coche y arrancamos hacia no sabíamos bien donde, porque no nos lo dijo, yo creía que nos llevaba al hotel antes de irse él a trabajar, pero no, nos llevó hasta su casa, más bien hasta un pequeño local que tiene debajo lleno de todas las cosas imaginables de kung fu y medicina china y una camilla para dar masajes. Nos indicó que esperásemos fuera y nos sacó unas sillas para que estuviésemos más cómodos esperando, nos quedamos mudos, sin saber que decir (ni cómo decirlo, que aun es peor). Luego Sifu He nos dio un masaje a cada uno con el aceite que prepara, que me dejó la piel ardiendo pero los músculos totalmente relajados, supongo que es lo que habría que hacer después de una sesión dura de entrenamiento pero como aquí vamos siempre corriendo pues no puede ser.

Después del masaje nos sentamos los tres a hablar un rato en el patio, conseguimos enterarnos bastante, aunque fue una pena no saber más chino porque el sifu es un hombre de pocas palabras y hay que aprovechar bien las que te dice. Total, que nos preguntó si teníamos prisa, le dijimos que no y nos quedamos allí esperando mientras atendía a otros pacientes que iban llegando, todos nos saludaban y nos preguntaban si estábamos con el Sifu (obvio porque los únicos occidentales que deben pisar ese barrio son los que vienen a verle a él de otras escuelas). Fue un momento increíble y yo lo único que podía pensar era que no había manera de compensarle por ello, no podíamos pagarle evidentemente, ni hacer mención, y a mí se me habían acabado ya las ideas, sólo nos quedaba entrenar a muerte la semana que faltaba aunque a esa altura a mí ya me dolían hasta las pestañas, menos mal que Rubén es garantía de resistencia.
Entrenando en el patio
Así pasaron los días y fuimos avanzando movimientos, cada vez había más gente en el templo a la hora que íbamos a entrenar, primero porque para gran alegría nuestra volvimos a ver al Sifu Zhang, con quien ya habíamos estado muchos días el año anterior y desde que se enteró que estábamos, vino todos los días a ver los progresos y se quedaba con nosotros después de que el Sifu He se hubiera ido. Este hombre es sin duda una de las personas más amables y risueñas que he conocido nunca, nos estuvo explicando linajes, nos enseñó la lista de las formas más importantes del Hung Sing Choy Li Fut, nos daba consejos para que las piernas nos dolieran menos y estaba encantado con nosotros en general y con Rubén y su kung fu en particular. Nos contó que desde pequeño había sido alumno del padre de Sifu He, al igual que Sifu Wong, lo cual creo que es una de las cosas que hace que estén todos tan unidos.
Además de Sifu Zhang, otro amigo del maestro se unió a vernos, vino un día por curiosidad, y ya todos, este amigo también hacía Choy Li Fut desde pequeño, con lo que yo me sentía muy abrumada por tener que entrenar allí con los tres observando, pero la verdad es que una vez el entrenamiento acababa, no podían ser más amables.

Uno de los días conseguimos por fin comprar las camisetas del templo que nuestros compañeros nos habían encargado, es muy gracioso porque ni Sifu He ni Sifu Wong tienen la llave del pequeño mostrador donde están las camisetas y hasta que no apareció la Maestra Zhou, como el año anterior, no pudimos comprarlas. Ese día se batió el record de expertos en Choy Li Fut por metro cuadrado ya que la Maestra vino con su marido que también es Maestro, Sifu Wong ya había llegado, Sifu He aun no se había ido y Sifu Zhang estaba así mismo por allí. Todos en la entrada del templo. Y yo en medio.


Aquí quiero narrar algo que me parece que define muy bien la personalidad de Sifu He, cuando Rubén hizo esta foto, yo pensaba que el Maestro ya se había ido, ya que eran las 3 y es muy puntual. Sin embargo no lo hizo, según me contó Rubén, se quedó detrás todo el rato mientras yo cogía las camisetas, vigilando que podía comprar todo lo que necesitaba y que todo estaba bien. Cuando lo tuve, se fue, pero sin decir nada, por lo que si Rubén no hubiera estado haciendo la foto, yo no hubiera sabido ni que estaba, y es que es una persona que no busca notoriedad, hace lo que tiene que hacer, y se marcha. La verdad es que cuando vi la foto me llegó al alma ver que estaba ahí detrás observando, me sentí muy cuidada.

Y así llegamos al final, de los días y del Kau Da, creía que no acababa nunca pero sí, el día que por fin la terminamos el Maestro se hizo la foto con nosotros, a fe que nos la habíamos ganado, y, una vez me hizo hacer la forma entera y sola, dio por acabado mi entrenamiento. Creo sinceramente que me gané el descanso porque no podía más.

Sin embargo a Rubén aun le siguió exigiendo, primero tuvo que hacer el palo (dan tiao) delante los otros maestros, no se si porque en comparación con el Kau Da es una forma corta y ligera o si los días entrenando se notaron, pero le salió bordada. Luego le hizo repetir el Kau Da con mancuernas en las manos y por último apareció con un muñeco especial para entrenar Choy Li Fut que se ve en el video que hice para la segunda crónica. En fin, pese a que le trajo sus propios guantes, acabó con las manos despellejadas y por la noche literalmente no podía ni sujetar los palillos.
 
















Puede que a quien no le gusten las artes marciales piense que vaya manera de sufrir a lo tonto, pero lo cierto es que fue una experiencia increíble. El último día antes de volver a Pekín pasamos mucho rato hablando con el Sifu y los otros maestros, creo que nuestra conversación más exitosa y larga en chino, aun no nos habíamos ido y ya nos estaban preguntando cuándo volvíamos.
Es difícil saber cuándo podrá ser, pero ya estamos haciendo cuentas y planes para volver nosotros y, lo que más me gustaría, para hacer un viaje con el resto la Escuela Dragón Blanco, es complicado, pero si algo he aprendido es que la voluntad mueve montañas.

Para leer las anteriores crónicas pinchar en los siguientes enlaces:
Crónica del viaje a China (2014), 1ª parte 
Crónica del viaje a China (2014), 2ª parte 
Crónica del viaje a China (2014), 3ª parte 

María Arias Antoranz 

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