domingo, 17 de julio de 2011

PRIMAVERA, VERANO, OTOÑO, INVIERNO Y... PRIMAVERA de Kim Ki-Duk

La película Primavera, Verano, Otoño, Invierno y... Primavera, del director surcoreano Kim Ki-Duk, es un precioso cuento taoísta que nos transporta a un mundo de iconografía oriental, en el que las puertas aisladas en el vacío, el agua en todas sus formas, los árboles y los animales enmarcan la historia de un aprendizaje que se desarrolla en las cuatro estaciones de la vida y cuyo mensaje es muy claro: el deseo de posesión lleva en sí mismo la destrucción de lo que más quieres.

Nadie es inmune al poder de las estaciones ni a su ciclo anual de nacimiento, crecimiento y decaimiento, que da ritmo a nuestra existencia desde que nacemos hasta que morimos. Ni siquiera los dos monjes que comparten un monasterio flotante rodeado de montañas. A la vez que las estaciones se suceden, todos y cada uno de los aspectos de su vida son infundidos y vividos muy intensamente. Esto les hará experimentar momentos de gran espiritualidad y misticismo y otros más movidos y trágicos. Ellos, al igual que todo ser humano, son incapaces de evitar los avatares de la vida, los deseos, el sufrimiento y las pasiones. Bajo la atenta mirada del monje anciano, uno mucho más joven experimenta la pérdida de la inocencia, con la llegada de una mujer a su particular mundo de paz y tranquilidad. La mujer despertará en el joven sentimientos hasta ahora totalmente desconocidos como el amor, los celos, la obsesión, el precio de la salvación y la sabiduría obtenida a través de la experiencia. 

Así, ante la cuidadosa contemmplación del monje de más edad, el más joven vive el transcurso de las estaciones. Primavera: un niño monje se ríe de una rana que intenta librarse de una piedra en su espalda, pero deja de reírse cuando el monje mayor le hace lo mismo como castigo. Verano: el joven tiene ya 17 años y experimenta sus primeros sentimientos amorosos con la llegada de una muchacha convaleciente que necesita reposo. Otoño: el joven está en la treintena y regresa al templo, donde el mayor le azota cuando intenta suicidarse ante una estatua de Buda. Invierno: ya en la edad madura, el monje vuelve al monasterio, ahora deshabitado. Una mujer embarazada llega hasta allí. Primavera: el viejo monje conversa con la naturaleza. Cerca, un niño monje juega...

Como ya he comentado más arriba, Kim Ki-Duk, es un director de cine surcoreano, nacido en Boghwa, Corea del Sur, el 20 de Diciembre de 1.960. Es uno de los más conocidos representantes de la vanguardia cinematográfica de ese país. Procede de una familia de la clase obrera y no ha recibido formación técnica como cineasta, comenzando su carrera a la relativamente tardía edad de 33 años como guionista y director.

Autor de una docena de obras, a veces altamente experimentales, es distintivo el ritmo pausado de su cine, el fuerte contenido visual muchas veces cruento, el parsimonioso uso del diálogo y el énfasis en elementos criminales o inadaptados de la sociedad. Esto último refleja la posición de Kim dentro de la sociedad surcoreana en general, y el ámbito fílmico en general.

Aquí os dejo un bello fragmento de la película, correspondiente al ciclo de invierno, que he elegido no sólo por su virtud estética sino también por su conexión con las artes marciales. Cuando lo visioneis lo entendereis. Ah¡ Conectad el sonido de vuestro ordenador porque la música, que no es la original de la película, es, sencillamente, preciosa.

lunes, 4 de julio de 2011

CORAZAS MUSCULARES por Mario Schwarz

Aprovechando la colaboración que nos ofrece Sifu Jeronimo Milo (podéis encontrar más información aquí y aquí), publicamos hoy un interesantísimo artículo incluido en su página web http://www.centrosanti.com.ar, escrito por el Dr. Mario Schwarz. Vicepresidente de la Asociación Argentina de Tai-Chi-Chuan, Director de la Escuela de Naturoterapias y Director del Curso de Extensión Universitaria en Naturoterapias de la Universidad John F. Kennedy. Las imágenes y sus comentarios, excepto la foto del Dr. Mario Schwarz, no pertenecen al artículo original ya que las he añadido yo.
 
Dr. Mario Schwarz
Las emociones afectan al ser humano de diversas maneras, la generación de gestos y corazas musculares ante eventos que nos causan placer o dolor son inevitables porque forman parte de nuestra expresividad.

Cuando las sensaciones son intensas, generan una memoria que perdura y que luego volverá a ser activada cada vez que una sensación similar aparezca. Cuando sufrimos una pena y sollozamos o lloramos, el diafragma tiende ascender y la inhalación es más larga que la exhalación. Esto genera una sensación de frío corporal y una limitación en la expansión de los pulmones, que en la medicina tradicional china se asocia a la tristeza y la melancolía. Si la musculatura diafragmática no se reacomoda porque la sensación fue muy intensa, estaremos con el llanto a flor de piel y quedaremos expuestos a brotes de hipersensibilidad ante las situaciones más insignificantes.


Cuando la situación es de alegría o cuando nos reímos, se genera un brusco descenso del diafragma, que al golpear la cápsula suprarrenal causa calor y euforia, aumentando la producción de sustancias como la adrenalina. La exhalación se vuelve más larga que la inhalación y el fuego del corazón se aplaca, como diríamos desde la medicina tradicional china.


La animación de arriba muestra las etapas del diafragma durante la inhalacion y la exhalacion.

Ya las viejas tradiciones shamánicas chinas conocían las técnicas de la emisión de sonidos para regular las emociones y el ánimo. Los sonidos clásicos del Hen y del Ha proporcionaban las claves para reacomodar el diafragma y ajustar la emoción a través de la respiración.

El sonido Hen se practica en inhalación –es similar al sollozo- y a través de su acción elevadora del diafragma, equilibra a las personas eufóricas, extremadamente yang, que les cuesta dormir y que sienten con frecuencia calor corporal.

El sonido Ha es una exhalación fuerte, similar a la risa, que colabora en el descenso del diafragma para aumentar el calor corporal y activar a las personas yin, que tienen sus funciones corporales lentas y carecen a veces de la voluntad necesaria para completar sus tareas diarias.
 
La práctica cotidiana de este antiguo método de Chi Kung de manera preventiva, ayuda a equilibrar la mente, a controlar mejor el músculo diafragmático y a desarrollar una mejor defensa mental frente a los inevitables avatares de nuestra vida.

En las formas de las Artes Marciales externas los movimientos más ofensivos tienen la misma intención, que es la de liberar el Chi del pecho a través del sonido, para que no quede estancado en el cuerpo y pueda ser expulsado mediante un golpe. En China se usa el sonido “Ha” y en Japón el “Kiai”.

Pero las corazas musculares no tienen un lugar fijo de aparición, se pueden dar en cualquier parte, según el gesto que generemos de manera reiterativa.

Por eso vemos gente que ante situaciones críticas se contractura en los trapecios, en los músculos vertebrales, etcétera. Estas contracturas bloquean la circulación de la sangre y también de la bioelectricidad. Ante una contractura cervical severa, no sólo la sangre no irrigará bien y notaremos mareos o un síndrome vertiginoso, sino también que la bioelectricidad (el Chi) congestionará esas áreas y esto generará dolor.

Las vías de escape de la energía son las puntas y las zonas de menor resistencia, es por eso que la relajación, que es base y principio de la práctica de Tai Chi, genera una no resistencia y una movilización del Chi y de la sangre. Las memorias musculares que se activan ante eventos emocionales bloquean el Chi y causan enfermedad, pues la energía y los fluidos deben circular en el cuerpo, de lo contrario generan calor, inflamación o infecciones. Las corazas son pensamientos cristalizados en la materia, actitudes corporales de defensa ante situaciones que no podemos controlar.

El nombre que le daban los chinos a las corazas musculares era Koei, que quiere decir “fantasma”, es una energía que habita el cuerpo sin autorización y que se instala en los tejidos musculares, o que en realidad se instala en la mente pero se manifiesta en los músculos. En acupuntura existen trece puntos Koei, que se usan en el tratamiento de las personas con afecciones mentales; también son llamados puntos demoníacos.

Los músculos que están por encima del diafragma son liberados por los movimientos de los brazos, que logran sacar el Chi por la punta de los dedos (los puntos Ting o Pozo de los antiguos) y por la cavidad de la palma (lao gong), que es el mayor centro de proyección de Chi.

En tanto que emisor, el punto lao gong es el más potente de las palmas, pues actúa como un manantial de energía en donde confluyen los tres ríos de los meridianos que descienden a lo largo del brazo: el del pulmón, el del corazón y el del dueño del corazón, éste situado en el centro y confluencia donde se localiza lao gong
La congestiones o contracturas que se dan por debajo del diafragma se liberan por los dedos de los pies (puntos Ting) y por la planta del pie (yong chuan), que es un punto de conexión con el centro de la Tierra y que actúa como un cable a tierra.

Yong Chuan (El Manantial bullente), en el centro de la planta del pie. Punto Riñón 1


Localización de los puntos Ting. Están ubicados 0,5 cun posteriores al ángulo de la uña, en los dedos de manos y pies según se muestra en la imagen de arriba.
La integración de movimientos suaves y relajados que fluyen sin interrupción, promueven un camino para que la energía estancada en los tejidos corporales fluya para mejorar la circulación de la sangre y del Chi, que es lo que nos hace sentir tan bien después de una práctica.

Las corazas musculares también aparecen a causa de trastornos orgánicos crónicos o agudos, que cada órgano refleja en la superficie del cuerpo. Donde hay tensión, hay bloqueo de la energía. Por ejemplo si tensionamos la muñeca durante la práctica, el Chi no puede arribar a los dedos y su circulación es incompleta.

El Tai Chi Chuan practicado según sus principios originales, con ondulación y sin generar resistencia, logra aliviar la congestión de los órganos y su respectiva manifestación en la superficie del cuerpo.