El Maestro Dr. Gaspar Garcia, de quien encontrareis más información en la entrada que publicamos en su día sobre su persona, titulada MAESTRO DR. GASPAR GARCIA (pinchar en el enlace para acceder), ha honrado a nuestras Escuelas al permitirnos publicar este artículo de su autoría y publicado originalmente en su página web www.choyleefut.es (pinchar en el enlace para acceder), cuya visita recomiendo vivamente a todos aquellos interesados en conocer el Choy Li Fut y su filosofía.Desde aquí, agracedemos vivamente al Maestro Dr. Gaspar Garcia la atención que ha tenido con nosotros al permitirnos reproducir este material y le enviamos un respetuoso saludo. Las ideas que transmite en este texto tienen, a mi parecer, un valor inigualable. Para algunos de nosotros, requiere un gran esfuerzo vivir de acuerdo con ellas y no siempre se logra pero, por lo menos, si lo intentamos estaremos en el camino. Y eso, creo, ya es mucho.
El Mahabharata o “Gran Guerra” es un inmenso relato épico hindú que narra, a nivel superficial, la guerra entres dos clanes de primos, los Pandavas y los Kuravas, por hacerse con el imperio de la ciudad de Hastinapura.
Veamos lo que dice Wikipedia de esta relato: ”Es un texto escrito en idioma sánscrito que se considera clave del hinduismo. Es el segundo trabajo literario más extenso del mundo (después de los Cuentos tibetanos de Gesar). El título puede ser traducido como ‘la gran India’, ya que bhārata es un patronímico que significa ‘lo que pertenece a Bharát’, el rey que se cree habría fundado el reino de Bhārata-varsha (varsh: ‘país’); Bhārat es también el nombre oficial de la India en idioma hindi). La versión completa contiene más de 100 000 versos, siendo cuatro veces más extenso que la Biblia y ocho veces más largo que la Ilíada y la Odisea. Con su enorme profundidad filosófica y grandeza pura, una consumada encarnación de la cultura de la India y la tradición védica, el alcance del Mahābhārata se resume mejor en una cita al principio de su primer parva (libro): ‘Lo que se encuentra aquí se puede encontrar en otros lugares. Pero lo que no se encuentra aquí, no se encontrará en ningún otro lugar’.
El Mahābhārata es una historia de reyes, sabios, dioses y demonios. A través de él su mítico autor, Krishna Dwaipāiana Vyāsadev, apunta a instruir acerca de los cuatro objetivos de la vida: artha (‘riqueza), kama (‘placer’), dharma (‘deber religioso’) y mokṣa (‘salvación’, considerado por los hindúes como el objetivo último del alma). La mítica ley del karma (literalmente 'actividad': la ley de acción y reacción, y la consecuente reencarnación) desempeña un papel integral en la comprensión del Mahābhārata”.
Este relato tiene, como es habitual en Oriente, diversos niveles de lectura. Una interpretación más profunda desvela los eternos principios de la creación, las respuestas a las dudas más personales de todo ser humano y un mapa-guía para el desarrollo personal de sus lectores. En dicha tragedia se mezclan demonios y dioses, animales y fuentes encantadas y mil y un subterfugios para ilustrar el Camino hacia la Verdad.
De uno de sus capítulos en el que una fuente mágica habla, he sacado la pregunta que da titulo a nuestro artículo y cuya respuesta, escrita en el Mahabharata es:
“Su valor , y sobretodo, el padre del mismo, que es el desapego”
Una pregunta y una respuesta; dos simples líneas para esclarecer un asunto de enorme calado.
La defensa del hombre en un momento de peligro no es un golpe fuerte o una patada poderosa, no es tampoco el control de la respiración, ni de la energía. No, la defensa de un hombre en un momento de peligro es su valor. Por eso en Cantón dicen:
“Yat Dam, Yee Lik, Sam Kung Fu. Primero coraje/valor, Segundo fuerza, tercero Kung Fu.”
¿Pero de donde viene ese valor o coraje? Del desapego. Cuando uno quiere o ama algo, está atado, apegado a ello y teme perderlo: esa es la semilla del fracaso. No se puede ser realmente fuerte sin vencer el miedo a la perdida, sin asumir la perdida desde el principio. No se puede vencer al miedo si estamos apegados.
Chuang Tzu apuntaba a ello en su magistral ensayo titulado “La necesidad de ganar” en la que describía como cuando un arquero que dispara por nada tiene todas sus facultades. Cuando compite por un premio en cobre, se pone nervioso y cuando lo hace por uno de oro se queda ciego o ve dos dianas! Su Kung Fu o habilidad, no ha cambiado pero el precio lo divide. Quiere el premio, está apegado a él y piensa más en ganar que en tirar y esa necesidad le agota, le chupa o le sangra de toda su fuerza.
Por eso también en Oriente dicen:
“Corta dos cabezas y deja que el frío acero brille a la luz de la luna”
De todos los apegos, el apego a la vida es el más grande. El combate, donde el miedo al daño de nuestra integridad física es real (sobretodo llevado a su máxima expresión en los combates a muerte de antaño), es una buena prueba de desapego muy utilizada para el desarrollo personal. Mi primer maestro Frank Primicias, un maestro recatado y nada dado a alardes, palabras o exhibicionismo, y a una pregunta muy personal mía hecha a solas, me confesó que él no temía la muerte. Algo que todavía me parece difícil de entender y un logro alcanzado por muy pocos.
Cuando entremos en combate, ya sea en el ring o en alguna dificultad que la vida nos presente, debemos hacerlo, cortando, no sólo la cabeza del contrincante, sino también la tuya propia, es decir asumiendo que lo peor puede ocurrir y aceptándolo.
Sólo así, sin pre - ocuparse y sólo ocupándose del asunto en mano, confiando en el entrenamiento recibido, en nuestra propia esencia, liberado del deseo o del miedo causado por el apego, y llevando a la acción la primera de las 18 palabras secretas del Choy Lee Fut: cán: feroz, tendremos toda nuestra fuerza y la única defensa sólida frente al peligro.
Todo esto es fácil de decir y extremadamente difícil de conseguir. Pero el guerrero hace honor a su nombre y si no lo logra la primera vez, no pasa nada, lo vuelve a tratar cuantas veces sea necesario, hasta conseguirlo.
Veamos lo que dice Wikipedia de esta relato: ”Es un texto escrito en idioma sánscrito que se considera clave del hinduismo. Es el segundo trabajo literario más extenso del mundo (después de los Cuentos tibetanos de Gesar). El título puede ser traducido como ‘la gran India’, ya que bhārata es un patronímico que significa ‘lo que pertenece a Bharát’, el rey que se cree habría fundado el reino de Bhārata-varsha (varsh: ‘país’); Bhārat es también el nombre oficial de la India en idioma hindi). La versión completa contiene más de 100 000 versos, siendo cuatro veces más extenso que la Biblia y ocho veces más largo que la Ilíada y la Odisea. Con su enorme profundidad filosófica y grandeza pura, una consumada encarnación de la cultura de la India y la tradición védica, el alcance del Mahābhārata se resume mejor en una cita al principio de su primer parva (libro): ‘Lo que se encuentra aquí se puede encontrar en otros lugares. Pero lo que no se encuentra aquí, no se encontrará en ningún otro lugar’.
El Mahābhārata es una historia de reyes, sabios, dioses y demonios. A través de él su mítico autor, Krishna Dwaipāiana Vyāsadev, apunta a instruir acerca de los cuatro objetivos de la vida: artha (‘riqueza), kama (‘placer’), dharma (‘deber religioso’) y mokṣa (‘salvación’, considerado por los hindúes como el objetivo último del alma). La mítica ley del karma (literalmente 'actividad': la ley de acción y reacción, y la consecuente reencarnación) desempeña un papel integral en la comprensión del Mahābhārata”.
Este relato tiene, como es habitual en Oriente, diversos niveles de lectura. Una interpretación más profunda desvela los eternos principios de la creación, las respuestas a las dudas más personales de todo ser humano y un mapa-guía para el desarrollo personal de sus lectores. En dicha tragedia se mezclan demonios y dioses, animales y fuentes encantadas y mil y un subterfugios para ilustrar el Camino hacia la Verdad.
De uno de sus capítulos en el que una fuente mágica habla, he sacado la pregunta que da titulo a nuestro artículo y cuya respuesta, escrita en el Mahabharata es:
“Su valor , y sobretodo, el padre del mismo, que es el desapego”
Una pregunta y una respuesta; dos simples líneas para esclarecer un asunto de enorme calado.
La defensa del hombre en un momento de peligro no es un golpe fuerte o una patada poderosa, no es tampoco el control de la respiración, ni de la energía. No, la defensa de un hombre en un momento de peligro es su valor. Por eso en Cantón dicen:
“Yat Dam, Yee Lik, Sam Kung Fu. Primero coraje/valor, Segundo fuerza, tercero Kung Fu.”
¿Pero de donde viene ese valor o coraje? Del desapego. Cuando uno quiere o ama algo, está atado, apegado a ello y teme perderlo: esa es la semilla del fracaso. No se puede ser realmente fuerte sin vencer el miedo a la perdida, sin asumir la perdida desde el principio. No se puede vencer al miedo si estamos apegados.
Chuang Tzu apuntaba a ello en su magistral ensayo titulado “La necesidad de ganar” en la que describía como cuando un arquero que dispara por nada tiene todas sus facultades. Cuando compite por un premio en cobre, se pone nervioso y cuando lo hace por uno de oro se queda ciego o ve dos dianas! Su Kung Fu o habilidad, no ha cambiado pero el precio lo divide. Quiere el premio, está apegado a él y piensa más en ganar que en tirar y esa necesidad le agota, le chupa o le sangra de toda su fuerza.
Por eso también en Oriente dicen:
“Corta dos cabezas y deja que el frío acero brille a la luz de la luna”
De todos los apegos, el apego a la vida es el más grande. El combate, donde el miedo al daño de nuestra integridad física es real (sobretodo llevado a su máxima expresión en los combates a muerte de antaño), es una buena prueba de desapego muy utilizada para el desarrollo personal. Mi primer maestro Frank Primicias, un maestro recatado y nada dado a alardes, palabras o exhibicionismo, y a una pregunta muy personal mía hecha a solas, me confesó que él no temía la muerte. Algo que todavía me parece difícil de entender y un logro alcanzado por muy pocos.
Cuando entremos en combate, ya sea en el ring o en alguna dificultad que la vida nos presente, debemos hacerlo, cortando, no sólo la cabeza del contrincante, sino también la tuya propia, es decir asumiendo que lo peor puede ocurrir y aceptándolo.
Sólo así, sin pre - ocuparse y sólo ocupándose del asunto en mano, confiando en el entrenamiento recibido, en nuestra propia esencia, liberado del deseo o del miedo causado por el apego, y llevando a la acción la primera de las 18 palabras secretas del Choy Lee Fut: cán: feroz, tendremos toda nuestra fuerza y la única defensa sólida frente al peligro.
Todo esto es fácil de decir y extremadamente difícil de conseguir. Pero el guerrero hace honor a su nombre y si no lo logra la primera vez, no pasa nada, lo vuelve a tratar cuantas veces sea necesario, hasta conseguirlo.
Dr. Gaspar García Presidente de la Feración Europea de Choy Lee Fut y Luohan Gong
Me parece interesante lo que plantea sobre el Mahābhārata y las ideas y dichos que se desprenden de su filosofía sobre el valor, pero no considero que un sujeto deba desapegarse a la vida y "aceptar morir" como quien está jugado y no tiene nada que perder. Si pensamos que tenemos familia, hijos, esposa y alumnos por quienes vivir sí tenemos razones para apegarnos a la vida. En ocasiones nos damos cuenta de que ciertas filosofías Orientales tienen orígenes muy primitivos y los individuos que han dejado sus huellas lo fueron también, su mentalidad "guerrera" era muy honorable pero detrás de ella no había adaptación a una vida integrada a las instituciones que la vida moderna conlleva (familia, escuela, trabajo, etc) por el contrario parece que se vivía en clanes ocultos y aislados, separados del concepto de sociedad en el cual cada uno de nosotros hoy tiene que vivir. Tal podría ejemplificar con el caso de los monjes Shaolín de China. No estoy en contra ni a favor de las filosofías Chinas, soy instructor de Kung Fu y amo este arte y al cultura China pero hay que ser racional y práctico, hay que adaptar el arte marcial y la filosofía a la vida moderna. En Argentina hay muchos orientales que han inmigrado al país y ellos mismos, en este caso los chinos, se ríen cuando uno les habla a ellos de sus propias practicas antígüas como el Kung Fu, porque perciben ya una separación de la vida moderna que llevan con esas prácticas. El dueño de una tienda o supermercado chino que no percibe su propio arte marcial nacional como algo integrable a su vida es por esto. El arte se debe adaptar a nuestros tiempos y espacios
ResponderEliminarRodrigo Reinante
Instructor de Kung Fu
Escuela Hong Chuen Kung Fu
Paraná, Entre Ríos
Hola, Rodrigo:
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo en que el contexto histórico y social en el que hoy en día se han de desenvolver las artes marciales chinas es muy distinto de aquel en que se desarrollaron. Pero el fundamento psicólogico de la idea básica del artículo, a mi juicio, es innegable y conectado totalmente a la filosofía Zen. Los apegos, en un sentido amplio, constituyen trabas que nos impiden actuar de manera óptima. En nuestra vida diaria y, por supuesto, en combate. El ego rechaza ser derrotado; el miedo ha resultar lesionado o incluso muerto puede paralizar a una persona en una situación de defensa personal y, de hecho, lo hace. Sólo arrojándonos al vacío se puede superar esa circunstancia. Y creo que eso es lo que propone el artículo.
Un saludo y te invito a continúar con tus comentarios y aportaciones.
Hola Jaime: Es mas claro el sentido en que explayas el nombrado "apego" en cuanto al miedo, es cierto que uno debe vencerlo porque si no no puede actuar y bien actuaría en estado de duda, nerviosismo y la intención de defensa le saldría mal.
ResponderEliminarHe aquí mi punto de vista completo http://psicologiamarcial.blogspot.com/search/label/El%20enfrentamiento%20en%20el%20Arte%20Marcial
Saludos!