En China las relaciones interpersonales tienen gran
relevancia, reciben el nombre de “guanxi” (关系) y marcan el comportamiento y la
forma de actuar de buena parte de la sociedad. En el caso de la relación con un
Maestro, y más siendo tan tradicional como este, esto es todavía mucho más
importante.
En todo momento quisimos demostrar, ya que a veces nuestro
chino se quedaba muy corto, lo contentos que estábamos porque nos hubiera
aceptado como alumnos. Esto sólo puede hacerse de dos maneras, con esfuerzo,
que creo que es lo que más valora, y con otro tipo de detalles y actitudes
con los que pienso que también acertamos bastante.
Aparte de llevarle los regalos, quisimos ser muy detallistas, pero, como bien me dijo mi profesora de chino, que es
Taiwanesa y también muy tradicional, cuando estableces una relación con un
chino en la que él ve que te esfuerzas al máximo, automáticamente él dice “yo también” y entras en un juego que es muy
gratificante y a la vez muy curioso desde el punto de vista occidental.
A lo que me refiero es que, por ejemplo, si un canadiense
apareciera aquí queriendo recibir unas clases particulares de jota, seguramente
iría a alguna academia, pactarían un número de horas y un precio, pagaría,
recibiría sus horas y ya está. En China no es así, es mucho más bonito pero
también más agotador porque el lazo hace que el compromiso sea mucho más fuerte.
Imagino a este supuesto canadiense diciendo al profesor de jota “mañana no
vendré que me voy a ver el Moncayo”, sin mayores problemas, en cambio nosotros
no podíamos hacer eso, no había museo, dolor de piernas o visita a otra ciudad
que hubiera podido romper la cita que teníamos a las dos con el Maestro, no
sólo por aprovechar el lujo de entrenar a solas con un maestro de estos que si
salen de China (que no suelen) como mucho puedes entrenar con ellos un día en
un curso entre 200 personas, sino por el compromiso adquirido de estar allí a
esa hora, en realidad no, de estar allí antes de que él llegase, porque cuando
iba y veía que ya estábamos preparados, estirando o repasando, su cara
reflejaba aprobación.
Estirando para relajar los músculos |
En este intento de ser detallistas y de demostrar la
importancia de la relación para nosotros, se me ocurrió comprar unas botellas
de dit ta you, sabíamos que el Maestro es conocido en Foshan por sus masajes y
conocimientos de medicina, por lo que era un gran regalo para nuestros
compañeros y para nosotros mismos y una forma también de agradarle, pensaba yo,
apenas se lo dije, Sifu He salió del Templo, fue a su coche y volvió con una
botellita del aceite que él mismo prepara, cuando le pregunté el precio, negó
con la mano, que es el gesto que hace cuando no quiere oir hablar de dinero,
así que ahí me quedé con la botella del mejor dit ta you que he visto en mi
vida, encima regalo del Maestro que nos ponía aún más en deuda con él.
Otro día quisimos llevar flores al altar, como ya habíamos
hecho el año anterior, compramos un ramo precioso y se lo dimos al maestro
cuando llegó, entonces Sifu He me dio el jarrón y me dijo que fuera a llenarlo
con agua. Esto fue para mí lo más trascendente del viaje, quizá quién lea esta
crónica y nunca haya entrenado artes marciales chinas no sepa porqué, pero los
que sí, sabrán que cualquiera puede recibir unas clases, aprender unas formas o
practicar unas técnicas, pero sólo cuando tu maestro te pide algo que no tiene
nada que ver con el entrenamiento como ordena los palos, encargate tú de contestar esta carta o
limpia el altar se convierte realmente en tu maestro, porque te demuestra su confianza.
Nuestras flores en el altar de Jeong Yim |
Así que muy orgullosa llené el jarrón y puse las flores nada
menos que en el altar de Jeong Yim, y ya nos pusimos a entrenar, ese día el
Sifu estaba pensativo, nos preguntó en qué hotel estábamos y cómo íbamos de un
lado a otro, le dijimos que andando lo cual sorprendió mucho a todos, debe ser
que los extranjeros van siempre en taxi…
El caso es que unos 10 o 15 minutos antes de lo habitual el
maestro nos dijo que le acompañásemos así que lo hicimos, nos montamos en su
coche y arrancamos hacia no sabíamos bien donde, porque no nos lo dijo, yo
creía que nos llevaba al hotel antes de irse él a trabajar, pero no, nos llevó
hasta su casa, más bien hasta un pequeño local que tiene debajo lleno de todas
las cosas imaginables de kung fu y medicina china y una camilla para dar
masajes. Nos indicó que esperásemos fuera y nos sacó unas sillas para que
estuviésemos más cómodos esperando, nos quedamos mudos, sin saber que decir (ni
cómo decirlo, que aun es peor). Luego Sifu He nos dio un masaje a cada uno con
el aceite que prepara, que me dejó la piel ardiendo pero los músculos
totalmente relajados, supongo que es lo que habría que hacer después de una
sesión dura de entrenamiento pero como aquí vamos siempre corriendo pues no
puede ser.
Después del masaje nos sentamos los tres a hablar un rato en
el patio, conseguimos enterarnos bastante, aunque fue una pena no saber más
chino porque el sifu es un hombre de pocas palabras y hay que aprovechar bien
las que te dice. Total, que nos preguntó si teníamos prisa, le dijimos que no y
nos quedamos allí esperando mientras atendía a otros pacientes que iban
llegando, todos nos saludaban y nos preguntaban si estábamos con el Sifu (obvio
porque los únicos occidentales que deben pisar ese barrio son los que vienen a
verle a él de otras escuelas). Fue un momento increíble y yo lo único que podía
pensar era que no había manera de compensarle por ello, no podíamos pagarle
evidentemente, ni hacer mención, y a mí se me habían acabado ya las ideas, sólo
nos quedaba entrenar a muerte la semana que faltaba aunque a esa altura a mí ya
me dolían hasta las pestañas, menos mal que Rubén es garantía de resistencia.
Entrenando en el patio |
Así pasaron los días y fuimos avanzando movimientos, cada
vez había más gente en el templo a la hora que íbamos a entrenar, primero
porque para gran alegría nuestra volvimos a ver al Sifu Zhang, con quien ya
habíamos estado muchos días el año anterior y desde que se enteró que
estábamos, vino todos los días a ver los progresos y se quedaba con nosotros
después de que el Sifu He se hubiera ido. Este hombre es sin duda una de las
personas más amables y risueñas que he conocido nunca, nos estuvo explicando
linajes, nos enseñó la lista de las formas más importantes del Hung Sing Choy
Li Fut, nos daba consejos para que las piernas nos dolieran menos y estaba
encantado con nosotros en general y con Rubén y su kung fu en particular. Nos
contó que desde pequeño había sido alumno del padre de Sifu He, al igual que
Sifu Wong, lo cual creo que es una de las cosas que hace que estén todos tan
unidos.
Además de Sifu Zhang, otro amigo del maestro se unió a
vernos, vino un día por curiosidad, y ya todos, este amigo también hacía Choy
Li Fut desde pequeño, con lo que yo me sentía muy abrumada por tener que
entrenar allí con los tres observando, pero la verdad es que una vez el entrenamiento
acababa, no podían ser más amables.
Aquí quiero narrar algo que me parece que define muy bien la
personalidad de Sifu He, cuando Rubén hizo esta foto, yo pensaba que el Maestro
ya se había ido, ya que eran las 3 y es muy puntual. Sin embargo no lo hizo,
según me contó Rubén, se quedó detrás todo el rato mientras yo cogía las
camisetas, vigilando que podía comprar todo lo que necesitaba y que todo estaba
bien. Cuando lo tuve, se fue, pero sin decir nada, por lo que si Rubén no
hubiera estado haciendo la foto, yo no hubiera sabido ni que estaba, y es que
es una persona que no busca notoriedad, hace lo que tiene que hacer, y se
marcha. La verdad es que cuando vi la foto me llegó al alma ver que estaba ahí
detrás observando, me sentí muy cuidada.
Y así llegamos al final, de los días y del Kau Da, creía que
no acababa nunca pero sí, el día que por fin la terminamos el Maestro se hizo
la foto con nosotros, a fe que nos la habíamos ganado, y, una vez me hizo hacer
la forma entera y sola, dio por acabado mi entrenamiento. Creo sinceramente que
me gané el descanso porque no podía más.
Sin embargo a Rubén aun le siguió exigiendo, primero tuvo
que hacer el palo (dan tiao) delante los otros maestros, no se si porque en
comparación con el Kau Da es una forma corta y ligera o si los días entrenando
se notaron, pero le salió bordada. Luego le hizo repetir el Kau Da con
mancuernas en las manos y por último apareció con un muñeco especial para
entrenar Choy Li Fut que se ve en el video que hice para la segunda crónica. En
fin, pese a que le trajo sus propios guantes, acabó con las manos despellejadas
y por la noche literalmente no podía ni sujetar los palillos.
Puede que a quien no le gusten las artes marciales piense
que vaya manera de sufrir a lo tonto, pero lo cierto es que fue una experiencia
increíble. El último día antes de volver a Pekín pasamos mucho rato hablando
con el Sifu y los otros maestros, creo que nuestra conversación más exitosa y
larga en chino, aun no nos habíamos ido y ya nos estaban preguntando cuándo
volvíamos.
Es difícil saber cuándo podrá ser, pero ya estamos haciendo
cuentas y planes para volver nosotros y, lo que más me gustaría, para hacer un
viaje con el resto la Escuela Dragón Blanco, es complicado, pero si algo he aprendido es que la
voluntad mueve montañas.
Para leer las anteriores crónicas pinchar en los siguientes enlaces:
Crónica del viaje a China (2014), 1ª parte
Crónica del viaje a China (2014), 2ª parte
Crónica del viaje a China (2014), 3ª parte
María Arias Antoranz
Para leer las anteriores crónicas pinchar en los siguientes enlaces:
Crónica del viaje a China (2014), 1ª parte
Crónica del viaje a China (2014), 2ª parte
Crónica del viaje a China (2014), 3ª parte
María Arias Antoranz