domingo, 11 de agosto de 2013

CRÓNICA DEL VIAJE A CHINA, 3ª PARTE

Por segundo día consecutivo cogimos el tren para ir a FoShan, a las 9 de la mañana llegamos de nuevo al parquecito donde estaba el Templo del Choy li fut, desando por fin poder verlo, fuimos atravesando las callejuelas y saludando a todos con los que habíamos hablado el día anterior hasta llegar a la puerta ¡abierta!.
Es difícil describir el momento, tras tantos años de práctica, la sensación de entrar en un lugar que  has visto tantas veces en vídeos que ya te parece que sea mentira… pero entramos, y ahí estaba, con el altar de los maestros antepasados en el centro, los leones, las banquetas, los armeros, las fotos de los maestros antepasados y presentes y las banderas de todas las escuelas de Hung Sing del mundo. Pero además, el Templo resultó ser también un museo, el vigilante, muy amable, nos invitó a ver el resto de estancias donde había desde documentos antiguos hasta las armas de los maestros antepasados, y ahí estuvimos, fotografiandolo todo, todavía sin creer que habíamos llegado hasta allí.

Como no veíamos al Sifu, le preguntamos al vigilante a qué hora venía y nos dijo que a las dos de la tarde, y que podíamos, mientras tanto, estar allí todo el rato que quisiéramos. Así que aprovechamos para escudriñar hasta el último rincón del Templo, para hacer todas los fotos y vídeos y sobre todo para guardar bien todas aquellas imágenes en la memoria.


Así pasamos el día en el parque haciendo tiempo hasta las dos, aprovechamos también para ver el otro gran edificio que había, el de la ópera cantonesa. Resultó que los vigilantes que se encargaban de abrir el Templo Hung Sing también se encargaban de la ópera y lo cierto es que a lo largo de los días entablamos una buena relación con ellos, que se portaron de maravilla con nosotros.
Paseando al lado del templo nos encontramos a la escuela de Hung Gar de Wong Fei Hung (de la cual habíamos visto la exhibición el día anterior) entrenando. Iban vestidos con los pantalones de la danza del León y, como ya nos parecía habitual allí, estaban en la calle, así que pudimos ver como entrenaban los movimientos, las posiciones y las acrobacias. Me pareció absolutamente increíble que el templo Hung Sing Choy li Fut y la escuela de Wong Fei Hung entrenaran a sólo una calle de distancia, pero eso es FoShan, ¡kung fu en cada esquina!.

Y llegaron las dos y llegó el Sifu, uno de los dos maestros más importantes de la rama de FoShan, Sifu He Chao Hua. Pocas veces en mi vida he estado tan nerviosa, ya sabía que estábamos allí porque tanto los vigilantes como la gente del parque se lo habían dicho, nos acercamos a presentarnos, sin saber bien cómo explicarme en chino, pero al menos quería que supiera que éramos practicantes de Choy li fut, que veníamos de España y que nos sentíamos muy honrados de conocerle. También le regalamos una botella de vino que llevábamos acarreando desde Zaragoza. El nos miraba con su cigarro en la mano y expresión seria pero muy amable y nos hacía preguntas en chino. Lamentablemente nuestro mandarín no daba más de sí… entonces, el Maestro He sacó su móvil del bolsillo, llamó a alguien y me lo pasó.
En un momento muy surrealista me encontré hablando con el sobrino de Sifu He en inglés, el cual me contó que su tío le había dicho que ya que estábamos allí, si queríamos entrenar, yo me quedé con la boca abierta pues desde que empecé a planear el viaje a China, me había dicho a mi misma que era posible llegar hasta los templos del Choy li fut, pero que de ninguna manera íbamos a conseguir entrenar allí con los grandes maestros, me lo dije miles de veces y es una opinión que en general todos los de la escuela compartíamos, estamos acostumbrados quizá a encontrarnos con mucha más dificultad en España, al “¿quién eres tú para entrenar conmigo?” a grandes desembolsos de dinero, a salas llenas con 50 o 60 personas en las que tienes suerte si el maestro te toca por un segundo (ojo, a veces se nota que el maestro que da el curso estaría encantado de explicarte más, pero la gran afluencia de gente y el tiempo lo impiden, otros, en cambio, parece que te tocan sólo si alguien hace mientras una foto…), pero lo que Sifu He hizo con nosotros, con tanta naturalidad y generosidad, para eso no estaba preparada.
Le dije a su sobrino que por supuesto queríamos entrenar, me preguntó qué queríamos hacer y yo le respondí con sinceridad que lo quisiera el maestro y el tiempo que quisiera estaría perfecto y darle las gracias sobre todo porque para nosotros era un sueño.

Y lo que quiso el Maestro también fue más de lo que esperábamos, porque tras un rato haciendo técnicas,
nos llevó donde estaban las armas y nos entregó un palo que nunca antes habíamos visto, era una caña de
"Dan Tiao"
bambú creemos que cortada por la mitad (o quizá cada caña diera para tres palos, es difícil de saber) de un grosor contundente y más o menos un metro y medio de altura. Y así, sin mediar palabra porque sólo entendíamos el vocabulario de kung fu, nos empezó a enseñar una preciosa forma tradicional de FoShan.
Sifu He Chao Hua
A continuación voy a narrar lo que fueron para nosotros los siguientes días, pero antes me gustaría contar un poco como fue la relación con el Sifu y como era él. Durante toda la semana estuvo entrenando con nosotros, todos los días, él sólo sin delegar en nadie, cada vez que intentábamos llevarle un regalo, él nos correspondía con otro y no quiero decir con esto que fuera un hombre fácil, es serio aunque sonríe mucho, y tremendamente chino, la tradición del Choy Li Fut y el linaje de Foshan le corren por las venas de una forma tan natural que lo que para nosotros es aprendido, para él es casi instinto. He pensado largo rato en como describirle y al final he encontrado una frase de Confucio que lo hace mucho mejor que yo "El Maestro era afable, aunque severo; tenía autoridad sin ser despótico; era digno, pero fácil de abordar”*.
Dicho esto, continúo, acabado nuestro primer día de entrenamiento (que no sabíamos si iba a ser el único), Sifu He me llevó hasta el calendario y señalándome el día siguiente me dijo “明天,两点” (ming tian, liang dian), es decir “mañana a las dos”, cada día, cuando acabábamos, repetía la misma operación, así que este momento de acompañarle hasta el calendario se convirtió casi en un ritual para mí.

Nos despedimos sin saber bien como dar las gracias y al día siguiente estábamos de nuevo en FoShan para seguir entrenando, Sifu He vino vestido con la camiseta de la escuela y pantalones de entrenar, nada más verlo supimos que iba a ser un día duro, lo primero, como todos los días, puso incienso en el altar, después se acercó a nosotros y nos regaló a cada uno un libro del 160 aniversario de la escuela de Foshan que atesoramos pues es una auténtica joya y ante todo un gran gesto del maestro.

Libro del 160 aniversario de FoShan
En la primera fila Sifu Wong y Sifu He

 Este fue un día muy especial, sobre todo para Rubén, pues el Sifu nos estuvo enseñando la forma de la que el día anterior habíamos aprendido apenas 5 o 6 movimientos, sin casi opción para repasar siguió agregando pasos y pasos, los hacíamos una vez con él, nos pedía que los repitiesemos y prácticamente ya pasábamos a los siguientes sin apenas repasar lo anterior. Llegó un punto para mí en el que ya no daba más de sí, soy incapaz de aprenderme una forma en una hora y si hubiera sido de mano vacía o con un arma conocida aun, pero aprender además a la vez a manejar un arma que tiene una dificultad considerable (por un lado es curva, por el otro plana, por un lado corta y por el otro no y muchísimas cosas más imposibles de explicar aquí) para mí y para la mayoría es misión imposible. Así que le dije al Sifu “我慢慢来” una expresión china que viene a querer decir que yo necesito aprender más despacito. Se rió mucho porque le hacía gracia que usara expresiones chinas, me dijo que estaba bien y siguió con Rubén.
He de decir, y los que lo conocen lo saben, que entre las cualidades de Rubén hay una que siempre nos deja a todos mudos y es la capacidad que tiene para memorizar una forma tras otra, sin mezclarlas, sin olvidarlas y encima a velocidad ultrasónica, pues bien, si alguna vez esto le ha sido útil, fue en Foshan con Sifu He.
Me di cuenta entonces de que era una especie de prueba, para ver hasta donde llegábamos, Rubén se dejó la piel ese día, esa hora, en la que se aprendió la forma entera y de paso, de vez, aprendió a manejar el palo. A todo esto cada vez había más gente en el templo, la vigilante, que ya nos tenía hasta cariño, un amigo del Sifu (que supimos el último día que también era maestro de Choy Li Fut), una Maestra, la única mujer de entre todos los maestros principales, que además se encargaba bastante de la organización, por lo que pudimos ver, y que tenía una fuerza tremenda, un par de visitantes del templo que se quedaron a mirar y para rematar, Sifu He llamó al fotógrafo ¡que también era maestro! para que le hiciese fotos a Rubén entrenando.

 La verdad, no sé cómo pudo aguantar toda esa presión y aprender la forma, pero lo hizo, el sifu se reía cada vez que le hacía repetirla y conseguía acabarla entera. He de decir, además, que en todos los días no nos corrigió ninguna posición, podía señalarnos que la mano era arriba o abajo, pero no nos cambió nada y esto es algo que hay que agradecer a nuestro Sifu y al entrenamiento que hacemos, como también hay que agradecerle que sea tan estricto con lo de hacer las formas con fuerza y con ganas y más de jóvenes, porque aparecer en FoShan haciendo las formas elegantes pero sin fluidez y garra, hubiera sido un desastre.


Al final de esa hora el maestro nos preparó una ceremonia del té, la forma tradicional de aceptación de un alumno, y se hizo unas fotos con nosotros, fue un gran momento y todo un honor, durante todo el tiempo que estuvimos allí tratamos de corresponderle con nuestro trabajo y con regalos, pero siempre que aparecíamos con algo, el llevaba otra cosa, así que aun hoy en día me siento en deuda con este grandísimo Sifu… (continuará)


     Aquí podeís ver un vídeo que es una pequeña muestra del
      entrenamiento con Sifu He Chao Hua

*NDA: CONFUCIO, ANALECTAS (7:38), Versión de Simon Leys

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