jueves, 7 de mayo de 2009

LA LEY DE WOLF

Creo que, sin duda, uno de los recuerdos más vivos que todos conservamos de nuestros primeros días en la Escuela Hung Sing Dragón Blanco y, sobre todo, si era la primera vez que nos acercábamos a las artes marciales, esta protagonizado por nuestro Sifu, explicándonos como ejecutar las tres estrellas Sam Sing con las piernas. La idea de entrechocar nuestras tibias con las de nuestro compañero en esa coreografía puede que nos hiciera estremecer en ese momento, anticipándonos al dolor que, sin duda, presumíamos iba a asaltar nuestro sistema nervioso. Es verdad, que nuestro Sifu nos explicó que endurecer los huesos no era contraproducente siempre y cuando lo hicieramos de una manera controlada y entrenada, pero la sombra de la duda pugnaba por imponerse en nuestra mente occidental, habituada a reclamar una explicación racional y científica de todo cuanto sucede alrededor. Pues bien, el objetivo de esta pequeña nota es ofrecer esa explicación a todos aquellos, hombres de poca fe, que han sucumbido a esa duda.

Efectivamente, para endurecer esas partes provocamos "traumas" en las superficies oseas, y si no llevamos cuidado podemos lesionarnos con facilidad.

Pero hay que tener en cuenta que el hueso está compuesto por estructuras de calcio que a consecuencia de los golpes aumentan de número. Es decir, las áreas sometidas a presión se desmoronan y se reconstruyen más fuertes incluso, de forma que el hueso se va haciendo cada vez más denso y duro. Es lo que se conoce como la Ley de Wolf que, basicamente, dice que las MICROfracturas en los huesos hacen que estos sean mas duros (Fijaros en cómo he resultado el prefijo MICRO). No nos cansaremos de repetir que hay que ser extremadamente cuidados y entrechocar nuestras tibias con las del compañero de forma suave y controlada. La explicación es que los huesos tienen una estructura de "esponja", es decir que son porosos. Esto lo podemos apreciar muy facilmente en los huesos de los animales; estad atentos la próxima vez que os comáis una chuleta de cerdo.

El entrenamiento lo que hace es aumentar la densidad; es decir, las celdas de aire se hacen más pequeñas y las "columnas" que las separan más gruesas, haciendo así el hueso más duro.

Hay otros factores que coadyuvan a este proceso como la alimentación y, desde luego, las propias características óseas pero, en general, como hemos dicho el entrenamiento hace que los huesos aumenten su densidad y por ende sean más resistentes.

Un dato muy interesante y práctico es que una vez que esas celdas se engrosan ya no regresan a su estado normal, aunque se suspenda el entrenamiento. Una vez que logramos estrechar los espacios internos de los huesos, éstos nunca retornan a su estado anterior, así que aunque dejemos de entrenar por cualquier motivo esa condición nos acompañará el resto de nuestra vida.


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